miércoles, 22 de marzo de 2017

Nuevo documento inédito con Miguel de Cervantes en las escrituras de Bonares del Archivo de Protocolos de Moguer.

El pasado 10 de noviembre publicamos en este blog el primer documento procedente del fondo de Lucena del Puerto en el Archivo de Protocolos de Moguer con Miguel de Cervantes como interviniente (http://lucenahistoria.blogspot.com.es/2016/11/miguel-de-cervantes-en-un-documento.html). Dadas las características del mismo, sospechábamos que podría no ser el único, y conocida ya la geografía cervantina del Condado y las fechas, este hecho se ha confirmado recientemente con la publicación de una nueva transcripción del documento de Niebla por Pelayo García Palacios, que aunque conocido y citado, creo que es la primera que se realiza en su totalidad  (http://miniebla.blogspot.com.es/2017/01/miguel-de-cervantes-recaudador-en-niebla.html).
De esa partida de 600 fanegas repartidas en esta zona forman parte las 90 de Niebla, las 24 de Lucena y, desde hoy, las 30 fanegas de Bonares de las que se tomó constancia el 27 de julio en la capital, y el 28 en los dos lugares. El 25 de este mismo mes se tomó nota de las que cupieron a la villa de La Palma del Condado.
En el centro, cita del recaudador Miguel de Cervantes

El nuevo documento, que aparece citado como adeudo, es el mismo tipo de documento que en Lucena, una carta de obligación, por el que los dos Alcaldes Ordinarios, en nombre de Consejo del lugar, se comprometen al pago de las referidas 30 fanegas y buscarlas donde la hallaren, al precio de la tasa en los doce días siguientes a la elaboración de la escritura. Ambos documentos tienen la misma estructura y poseen las mismas fórmulas rituales propias de los escribanos, aunque el de Bonares es más corto y sintético, presentando además las habituales tachaduras y enmiendas propias de los documentos administrativos.
La transcripción es la siguiente:

 “Adeudo
Sepan quantos esta carta vieren, como nos, Pedro Alonso Coronel (tachado Borrero), e Alonso Domínguez Borrero, vecinos y Alcaldes hordinarios deste lugar de Bonares, por nos y en nombre del Consejo, Justiçia e Regimiento deste dicho lugar, otorgamos e conosemos que nos obligamos de dar y entregar, y que daremos y pagaremos al Rey, Nuestro Señor, e a Miguel de Oviedo su proveedor, en quién y a quien por su magestad y preveedor lo viere de haber, treynta hanegas de trigo puro, limpio y sin çevada y tal que se a de dar e recebir encamarado en este dicho lugar, a nuestra costa, para la provisión de las galeras de España, desde oi, día de la fecha desta carta, en dose días primeros siguientes. Las quales dichas treynta hanegas de trigo daremos e entregaremos al dicho plaso, pagando traslado y coste que en nuestro nombre, a razón de a catorze reales la fanega, de a la  premática de su magestad, e si al dicho plazo, que dicho es, viniedes por él e no diéremos y entregáremos el dicho trigo, y por ello se detuviere la persona o personas que vinieren por –ello- (entre renglones), nos obligamos en nombre del presente Consejo a le pagar doze reales de salario cada un día de todos los que se ocupare en qual causa de más. Que se pueda comprar donde y al preçio que se hallare, e por lo que más costare, o fuere menester para ello, se nos pueda apremiar y a el dicho Consejo a que lo demos e pagáremos, y lo pagaremos como por cosa hecha del rey Nuestro Señor. E para el cumplimiento e paga dello, obligamos nuestras personas y bienes, habidos e por haber, y damos poder cumplido e bastante a qualesquier justiçias e juezes del Rey, Nuestro Señor, de qualesquier partes que sean, y espeçialmente nos sometemos al dicho proveedor, Miguel de Oviedo, y Miguel de Servantes, para que a ello nos apremien a la paga e cumplimiento dello. E renunçiamos nuestro propio fuero e jurisdicción, domisilio, e besindad, y las leyes y convenios de Jurisdiçión, e onnión judicum, para que a ello nos apremiaremos por sentencia pasada e cosa jusgada. E renunçiamos todas e qualesquier leyes, fueros y derechos de nuestro fabor y la general renunciación. Fecha la carta en Bonares, en veinte y ocho días del mes de jullio de mill y quinientos y noventa e tres años. Y los dichos e testigos, a los quales yo, el presente escribano público doi fee que conozco, lo firmaron de sus nombres en mi residencia, siendo testigos presentes Juan Salvador e Antón Rodriguez, alguazil mayor de este lugar e Juan de (¿beas?) es testigo en ello. Va tachado Borrero, y entre renglones Coronel, ello/
Firmado Alon (con símbolos), Pedro Alonso Coronel y Cristóbal Martín de Villegas, escribano público”.

Como el documento de Lucena está firmado por los intervinientes, los dos Alcaldes y el escribano, y no aparece la firma de Cervantes, que pudo no estar presente en el momento de la elaboración, aunque debió estar en la entrega y en la recaudación. Cervantes, estuvo también aquí y, desde hoy, Bonares forma parte de la geografía cervantina.

martes, 21 de marzo de 2017

La leyenda del Desembarco de Santiago

Retomo la leyenda del Desembarco de Santiago en el puerto de Lucena a petición de algunos lectores,  ya que fue publicada en la revista de Fiestas Patronales  hace algunos años y forma parte de un libro dedicado a Lucena del Puerto en la colección de Historia de la Provincia de Huelva que aún permanece inédito.
Elena M. Whishaw y Windsor
La leyenda aparece recogida entre los trabajos de Elena M. Whishaw y Windsor, una adelantada de la arqueología, pero sin formación académica, que vivió en Niebla entre 1920 y 1937, de la que fue hija adoptiva, y fundadora de la Escuela Anglo Hispano Americana de Arqueología, como reza en el membrete de sus escritos. Entre los diversos trabajos que se conservan en el Archivo Municipal de Niebla se encuentran coplas, leyendas, dibujos, encajes, fotografías y algunos originales, uno de los cuales  se titula “Lucena del Puerto en la historia y tradición del condado de Niebla”, artículo o capítulo de libro incompleto porque le faltan páginas, además de algunas estratigrafía de la zona del río, que parece que se ubican en nuestra localidad.
Quería demostrar la inglesita, como era conocida entre los Ipliplenses, la existencia de primitivo puerto de Niebla, en su tiempo “cegado bajo un profundo arenal”. Para ello, sin el menor empacho, afirma que en tiempos desconocidos “cuando Andalucía era colonizada por la raza libia que vinieron a la cuenca del Tinto en busca de oro, la plata y, sobre todo, .... el cobre...”  existió un puerto que sacaba la riqueza mineral de la mina de Riotinto y que, según la leyenda, cegó el diluvio universal. Es más, ubica el muelle neolítico de Niebla en el Desembarcadero, que perdura, y describe, oculto entre “infinidad de plantas acuáticas”.
La imaginación desbordada de nuestra autora, y posiblemente la pasión, le hicieron emplazar en la Luzena de los íberos una fortaleza pequeña pero Impregnable (sic, por inexpugnable, su ortografía española no era muy buena) emplazada sobre la cuesta pendiente de la ribera sud del río Tinto, una legua más o menos de la ciudad principal de la región, llamada entonces Ili-Pula, o sea, la ciudad sobre un peñón, hoy Niebla”. Y si no se ven restos de esta fortaleza, al menos perduran en la parte más antigua de la población, según dicen y Whishaw recoge, los restos de cuevas o galerías únicas, cortadas en el barro gris, mientras no se atrevieron a levantar las casas a la vista de los enemigos. En el mismo sentido, no le cupo duda, a la hora de catalogar los restos de uno de los molinos mareales que aún perduran en el río, en la misma época e hipótesis:

“Todavía existen en el río Tinto al pie de la cuesta apiñada sobre la cual yace el pueblo, los restos de una presa que atravesaba todo el río desde una ribera a la otra, con un muelle de tamaño suficiente para recibir todas las más abultadas entregas de minerales traídas desde Ilipula en los barcazos (sic) que aprovechaban las aguas del canal para el viaje desde el desembarcadero de Ilipula”

Continua el estudio relacionando la vía romana hasta Sevilla con el mismo tráfico y mercancías, y es aquí donde surge la leyenda que nos ocupa:

"Entre Lucena y Bonares hay una cantera de una clase de laja tan especial que la gente dice que tira al mármol por su finura y dureza. Está demostrado que dicha cantera era explotada desde la edad neolítica, porque tenemos en nuestro museo una sección de un altar circular dedicado al culto del sol, con los rayos saliendo del centro, en el estilo más primitivo que se conoce, y es de aquella laja......
Visto, pues, que aquella cantera era en plena explotación tantísimo tiempo antes de apartar el tráfico general marítimo de Lucena a Onuba, nuestra tradición bien puede aceptarse como basada en un hecho histórico relatado el el mismo Evangelio, que aconteció hacia el primer siglo de Jesús Cristo.
Se cuenta así: un día los canteros trabajando allí vieron parar (por pasar) un señor de aspecto extranjero y muy venerable, montado a caballo, y yendo por el sendero de Lucena del Puerto. El caballero les saludó con mucha benevolencia y preguntaba porqué estaban sacando y preparando con tanto cuidado aquellos bloques de piedra tan hermosa. Contestaron que era para una ermita que estaban labrando en la ciudad de Ilípula para el culto nuevo del señor Jesus Cristo, crucificado muy lejos de allí para salvar las almas de quienes creyeron que era hijo de Dios.
El viajero les contestó, según la leyenda, que se alegraba mucho encontrar a su llegada a Iberia hombres creyentes en la religión nueva cristiana, y con tal motivo, les dijo que se llamaba Santiago y dejaría a ellos para siempre un recuerdo de su paso por su tierra. Cuando se despidió y desapareció por el sendero caminando hacia el próximo pueblo, la villa Rosa de los romanos, hoy Villarrasa, los canteros volvieron a su tarea y vieron con asombro la huella de una pezuña de caballo hondada en la laja viva, bastante más grande que la de un caballo natural pero perfectamente bien dibujada. Así supieron que el viajero no era otro que el Apóstol del Señor, Santiago, que vino de Roma para convertir al pueblo de España a la nueva religión, y con tal motivo dieron el nombre de “la Pisada del Caballo de Santiago” a esa cantera. En los siglos transcurridos después, el nombre y la tradición han perdurado tan granados en los corazones de los iliplenses como la forma de la pezuña en la roca, y, tanto es así, que todavía, a pesar de ser España actualmente un estado laico, cualquier que tratara de desfigurar la Pisada tendría que arrepentirse, aunque ahora el sendero prehistórico está reemplazado por un camino ancho y moderno; y ya se va olvidando que Lucena en la antigüedad exportaba en los navíos extranjeros miles de toneladas de metales durante los siglos de los siglos.... ”

Cabecera de Lucena del Puerto en la historia
 y tradición del Condado de Niebla
Y añade la autora, “yo por mi parte no siento dificulta(d) en creer que Santiago pudiera muy bien desembarcar en el muelle de Lucena del Puerto para empezar su predicación en toda la Iberia, una vez que llegaban aquí tantos comerciantes de Italia para el negocio importantísimo de los productos de la mina”.

Continúa nuestra autora describiendo la relación del puerto con la mina en época romana, y la llegada de la nueva religión de mano de los nubios, venidos como mercenarios y adoptados como hijos de la tierra. Y siendo así, manifiesta de nuevo que,

“podemos aceptar como un hecho poco más o menos que histórico, la poética e impresionante tradición de la Pisada del caballo de Santiago, impreso milagrosamente en la laja dura como mármol, el paso del Santo Patrón de España por Lucena del Puerto y Niebla, cuando vino de Italia para convertir a los íberos todavía sin Luz Divina del cristianismo en el norte de la Península Ibérica.
Sea(n) o no verdad los hechos contados aquí, sus protagonistas no saben leer y escribir y por tanto no es posible que los.... (faltan varias palabras ilegibles, a mano) ... tan solo los saben por palabras de boca, constatados en leyendas heredadas por los hijos de los padres, generación tras generación, en siglos tras siglos, así es que ningún científico puede discutir la importancia antropológica y arqueológica de las estupendas obras prehistóricas que perduran todavía tanto en Niebla como en el término de Lucena del Puerto, ni las posibilidades de descubrimientos asombrosos revelando la maravillosa cultura del pueblo.

Estamos de acuerdo en resaltar la importancia antropológica de la leyenda, que por cierto no habíamos escuchado nunca antes, aunque existe otra versión con batalla incluida que tiene poco que ver con la poética de la nuestra. Aunque el artículo no está fechado y está catalogado como incompleto, porque pueden faltar algunas páginas, la alusión al estado laico parece fecharlo casi con seguridad en la República, entre 1931 y 1936, más hacia los comienzos por la relación con otros trabajos.
En realidad, como hemos mantenido en otras ocasiones, la Inglesita era poco original, y venía a recoger toda una tradición en el Condado que atribuía el origen de los pueblos a los “artífices y oficiales de las minas”.  Francisco Ramón Garrochena, párroco de la iglesia de San Vicente Mártir, nos legará por escrito una versión similar, aunque más amplia y cercana a los luceneros, en los finales del siglo XVIII,

“Éste, mi lugar, es de los que se numeran más antiguos de este Condado, como es dicha villa de Niebla, cabeza de partido, el lugar de Beas y otros. Hay tradición bien fundada, se llamó en lo antiguo Ethna, proviniendo este nombre de la gran multitud o golfo del sur, correspondiente a Ethna, que se registraba en su cercanía como a un tiro de bala, donde está un cabezo hacia el lado del sur, que llaman de las minas, en el cual, en sus faldas, permanece en el día mucha escoria de hierro y a algunos le parece también de plata, cuyos metales con otros que venían de las minas de Río Tinto, que nace de ellas y pasa por aquí, se embarcaban en el embogue que hace dicho río en este término, adonde llega la creciente del mar océano, que dista de aquí cuatro leguas, para conducirlos al templo de Salomón y después se ha rompido en nombre de Lucena....”.


Como quiera que toda leyenda posee una base de verdad, el río y Niebla fueron históricamente las vías de salida del mineral de las minas de la zona de Riotinto desde la antigüedad, como también recogen otras leyendas en Beas, Trigueros y otros lugares comarcanos. 

domingo, 19 de marzo de 2017

El Retablo de la Trinidad de la Plaza

Del azulejo o el retablo cerámico de la Santísima Trinidad hasta hoy solo hemos podido aventurar hipótesis con escaso refrendo documental. Sabemos con seguridad que la casa donde se encuentra ubicado perteneció a una hermanad  no  identificada,  fue desamortizada a mediados del siglo XIX y adquirida, con otros bienes, por los hermanos Nicolás y Jerónimo Garrido. El azulejo, catalogado en el  XVIII, se nos antojaba que podría estar relacionado con esta hermandad y con esas “estaciones”  que se llevaban a cabo en los Rosarios y devociones procesionales públicas que se realizan por las calles de la localidad. Claro está, que esta afirmación no añade nada puesto que todas ellas realizan estos itinerarios, como hemos tenido ocasión de comprobar en otros trabajos y poseen censos sobre viviendas en esta fecha prácticamente todas las hermandades Misericordia,  Rosario, Ánimas, Vera Cruz y Santísimo Sacramento.

El retablo, sin embargo, es anterior a estas fechas y aparece reflejado en la compraventa de la casa entre  Pedro Villalba y Pedro Marín de 1761 de la siguiente manera:

“..Unas casas de morada que tengo, mías propias, en este dicho lugar, en la calle que llaman del Castillo, linde casas de don Francisco Ruiz de Cabrera, Casas de Cristóbal Ruiz Hilazo, y hazen frente a la Plasa de este dicho lugar, en cuia frente está el cuadro de la Santísima Trinidad.....”

La casa se vende por 750 reales con cargo de 66 reales de vellón de censo anual a la fábrica de la Iglesia Parroquial, por lo que tenía algún tipo de memoria que no se especifica.
Más allá de lo dicho, una hipótesis sobre su fecha exacta de colocación y edad es cuanto menos temerario, pero sí podemos afirmar que es anterior a esta fecha, puesto que se encontraba ya colocado. En la representación que nos ocupa, afortunadamente recuperada tras las obras en su ubicación actual por su propietario, no existen elementos de identificación  de ningún tipo. Como en los otros azulejos conservados se trata de una representación de 20 piezas (4x5) de 50 x 65 centímetros que para algún autor procede de algún taller comarcal próximo, puesto que existen algunos modelos similares de veinte  piezas en Villalba del Alcor, en dos de las puertas de la parroquia,  y Bonares, en ermita de San Sebastián, construida a finales del siglo XVIII. Dos de ellas, una en cada localidad, además son idénticas y representan a San Sebastián, lo que indica que pudieron ser  piezas seriadas.
Sin embargo, esta representación podría estar más relacionada con algún taller sevillano ya que existen tres representaciones casi idénticas, más pequeñas eso sí, en los municipios del Arahal (3x3 azulejos de 30 x 30 centímetros)  y  dos en Marchena (ambas de 3x3 azulejos de 38 x 38 centímetros), catalogadas por el Proyecto Augusta (http://www.retabloceramico.net), con idénticos planteamientos, colores y formas, una de las cuales, la del domicilio particular situado en la Calle San Francisco se ubica la fabricación en Triana. Es más, otra representación muy similar, pero con la escena principal en primer plano procedente del antiguo Hospital de la Sangre de la Santísima Trinidad  de Sevilla, fechada en 1782, se ubica actualmente en el interior de la casa Hermandad  de la Vera Cruz de Sevilla.

Los enlaces en retablo Cerámico a estos retablos son los siguientes:

Representación del Arahal: http://www.retabloceramico.net/2380.htm
Representación de Carmona 1: http://www.retabloceramico.net/5036.htm
Representación de carmona 2: http://www.retabloceramico.net/1927.htm
Representación de Sevilla: http://www.retabloceramico.net/5009.htm


miércoles, 1 de marzo de 2017

El Portichuelo

El Portichuelo era una propiedad del Duque de Medina Sidonia en Niebla. Es también, y no descartamos que pueda ser el mismo topónimo, uno de los vados del Tinto y uno de los puertos perdidos de Lucena hasta el siglo XVI, según la documentación local que hemos podido manejar de los protocolos notariales.
En efecto, la documentación de Penas de Cámara, conservada en Moguer, reseña en varias ocasiones denuncias por fraude a las alcabalas de pescado y a las “rentas de por masa” del Duque por parte de vecinos de Huelva y recueros (arrieros) que acuden a ese lugar a sacar el pescado muerto en el Canal del Tinto: 
Plano de Laci, 1810
En rojo ubicación de los vados y puertos en esa época.
“.... çiertos pescadores de fuera parte vienen a pescar al Rio Tínto, a do dizen el Portichuelo, termino y mitaçión deste leugar, del pescado que allí matan e venden y los recueros que los sacan, los pescadores no le quieren pagar su alcavala de lo que así venden, ni los dichos recueros de lo que sacan, diziendo que lo tienen a costumbre de no lo pagar y es todo contrario de berdad...”

Las alcabalas eran un impuesto indirecto de la corona de Castilla que gravaba las transacciones comerciales de todos los bienes, aproximadamente un diez por ciento, que en el Condado de Niebla pertenecían al Duque de Medina Sidonia. El Duque, a su vez, las arrendaba a particulares que las encabezaban por una cantidad fija anual a la baja y la cobraban de los particulares, embolsándose los beneficios. En agosto de 1536, Pedro Tirado, vecino de Lucena, pide al Alcalde Ordinario la probanza del pago requiriendo como testigos a los anteriores arrendadores de la renta. Alonso Suárez Borrero, vecino de Niebla, arrendatario entre 1532 y 1533, quién manifiesta que:

“.... en el tiempo de su arrendamiento muchas vezes binieron çiertos pescadores de fuera del dicho lugar a pescar y a trajinar en el río que se dize Tinto, a la parte que se dize el Portichuelo, término y mitazión del dicho lugar, y mientras él fue arrendador, siempre le pagaron, y el la cobraba alcabala de todo el pescado que mataban, e asimesmo, le pagaban los recueros la sera de todas las cargas que del dicho pescado se hazia e sacaba, exepto los de la villa de Niebla e su tierra que sacanllá con juramento....”

Mientras que Pedro Salvador, arrendador en 1535, manifiesta que en su año unos pescadores que dijeron ser de Huelva quisieron sacar el pescado sin pagar la Alcabala, por lo que requirió a la justicia de este lugar que interviniera:

y fue el alguazil deste lugar y les truxo unas belas,  y ha esta causa vinieron los dichos pescadores ante el dicho Alcalde. E allí benidos,  ellos de su boluntad se conçertaron que le dieran quatro o cinco reales de por partido, por lo que avían vendido. E que, asimesmo,  cobre de todos los recueros..... toda la saca del dicho pescado e que siempre ha oydo dezir que se pagaba e que por eso lo cobró....”

La polémica del pagó de la alcabala continuo  en 1540, con  Bartolomé Martín Redondo, vecino de Bonares, que ahora se declara arrendador de las rentas de por masa de este lugar y “el portychuelo”, manifestando que allí han vendido Juan Román y Juan rodríguez, vecinos de Huelva, en cantidad de veynte e çinco ducados de oro algo más o menos, de que le pertenesçe de alcavala por ser amo e el arrendador de la renta de pescado de dicho portichuelo, dos ducados y medio e por no haberla pagado dentro de quinto día conforme a la ley...”. De nuevo pide se les pene con el doblo de esa cantidad por el fraude y que el alguacil les tome las velas y remos en prenda hasta que se constate el cumplimiento de la pena.   
No caben, pues, dudas de la utilización del lugar como punto de desembarque del pescado y de carga de los recueros que conducían la mercancía al interior para su venta, probablemente más provechosa que en las poblaciones litorales.
Si tenemos en cuenta que sólo se conservan en el archivo de protocolos penas de cámara de los años iniciales de las series, entremezcladas entre las escrituras, y que las referencias proceden de autos judiciales, que una vez juzgados y asentados por la costumbre no tienen por qué repetirse, el embarcadero debió mantenerse hasta que hubo pesca en el primer tercio del siglo XVII. Es igualmente probable que procediera de época bajomedieval.
Esa ubicación portuaria viene a sumarse a las que ya localizadas a lo largo del río en los topónimos que ya conocemos. La más antigua, en el lugar del Puerto coincide con la más comúnmente denominada del vado de Marisuárez, último punto de embarque interior y muy próximo a los caminos de Niebla y Bonares. La segunda ubicación es en las Asomadas, el vado de la Torre o Vadillo Palo, en la confluencia del arroyo de la Pasadera con el río. Ambas eran utilizadas por los comerciantes del Condado, la más septentrional desde las poblaciones del condado interior que desde Villalba y Bollullos hacia la parte de Niebla  transportaban hasta aquí el vino, mientras que las poblaciones del Condado litoral (Rociana, Almonte y Moguer), utilizaban la segunda localización que subsistió más tiempo que la primera hasta principios del siglo XX. Anteriormente se menciona un cargadero de carbón próximo a los límites de Moguer, probablemente entre el vado de la Luz y el arroyo Candón que era utilizado por  la proximidad por los que sacaban cepa en Moguer. La ubicación del Portichuelo, por las escasas referencias debía localizarse en la Banda de Allá del río entre el vado de la Luz y el arroyo Candón.