domingo, 26 de junio de 2016

Algunas descripciones de Parchilena.

Poseemos varias descripciones de la finca de Parchilena en diferentes épocas de su historia. Cada una en su estilo propio nos transmiten la riqueza de la heredad, probablemente de las más prosperas y cuidadas de todo el Condado de Niebla. Es obvio que nos permiten comparar y eso es lo que vamos a intentar en este capítulo.

La primera de ellas data de finales de los años ochenta del siglo XV, y se trata de una carta secreta dirigida en vida de Diego de Oyón por el prior del Monasterio de San Jerónimo de Sevilla a su homónimo de Guadalupe, y por consiguiente, anterior a l fundación del Monasterio:

“….Que vi por mis ojos, ansí en la casa como en derredor della, que la casa tiene tal  disposición y tal sitio, que pienso que muy pocas casas de nuestra orden tal lo tengan, ni tan sano, ni tan alegre, ni de las cosas que a vida humana menester son, tan ameno, ni tan copioso. A fructu frumenti, vini et olei ita muliplicata est, ut nulla ordinis nostri domus sit quae sibiin his se habeas comparari (Se ha acrecentado tanto el rendimiento de trigo, vino y aceite que no hay ninguna casa de nuestra orden que se pueda a este respecto comparar con ella”). E sin esto tiene de olivos y casa, cuanto en otros muchos se puede hallar…..
Tiene el río brazo de mar junto con las labranzas próximas, no más lejos que sant Bartolomé a Lupiana y menos; y muy más llano. Y todo lo de entre medio, suyo; y la barca del pasaje, suya; que es cerca desta casa nuestra a ella. Ansí pueden ir por mar sin bestia como por tierra sin barco.
Leña e las otras provisiones de labranza, de yugos, carretas y arados todas las otras existencias, superfluo es decir. E porque torne a lo principal, de pan e vino e aceite, tenga V.R. que lo vi et testimoniun peribero vervatis. Que la tierra de labranza es en la verdad casi seiscientas fanegas de sembradura, de las cuales trescientas se siembran un año e las otras trescientas otro. Díjome Diego de Oyón que le andan a cahíz y medio la fanega.
El vino es tanto que me dijo que este año había vendido en ciento e siete mil maravedises, quedando la cepa añeja e para su provisión. Del aceite no sabe decir el número de las aranzadas de olivar, más dice que el año de esquilmo coge setecientas tortas de aceitunas, que aunque no andan sino a diez cántaras, serían siete mil cántaras. Tiene para eso dos molinos y todos sus atavíos mucho cumplido….”

No describe los molinos, lagares y vigas porque no lo considera necesario. Se centra en 600 fanegas de sembradura de año y vez y la producción de vino y aceite que para los monjes constituían la riqueza de la heredad.
Andado el siglo XVIII, el archivo municipal nos informa de la segunda de las descripciones realizada por Fray Pedro de San Cristóbal, su procurador mayor, como apoderado del mismo para el registro de los bienes de obras Pías y Eclesiásticas. El documento, a diferencia del anterior, tiene un fin fiscal, y obviamente, una estructura distinta que adaptamos a la publicación:

“El dicho por un molino de viento, rebaxada la tercia parte, produce libre 600 reales de vellón (rv)
El dicho por un molino de azeite que produce libre, rebaxada la tercia parte 212 rv.
El dicho por un lagar de pisar uba que produce al año, rebaxada la tercia parte, 88 rv.
Posee el dicho monasterio una huerta sercada de vallado con tres fanegas de tierra de buena calidad de regadío que produce libre al año 1275 rv.
Dentro de la propia pieza antesedente se incluie una fanega y media de secano con algunos árboles frutales que produce al anno con las dos viviendas 200 rv.
El dicho por el producto de los diezmos de dicha huerta de qual es compra(dor) y los percibe dicho monasterio 141 rv.
El dicho por el cortixo de Parchilena, serrado y acotado, en el que se incluien doscientas treinta y dos fanegas de tierra de secano de buena calidad que producen al anno libres 8822 rv.
Dentro del dicho cortixo se incluie otra pieza de tierra de tierra de siento treinta y quatro fanegas de mediana calidad que producen al año libres 3400 rv.
Dentro del mismo cortixo se incluie otra pieza de siento dies y seis fanegas de tierra de inferior calidad y producen al año libres 1870 rv.
Dentro de la dicha pieza se incluie ochenta fanegas en que (hay) dispuestos sin orden tres mil doscientos catorce olivos hechos que producen al año libres 4821 rv.
Dentro del propio cortixo se incluie siento nobenta y seis fanegas de inferior calidad poblada sin orden de alcornocal que producen al año 800 rv.
Dentro de la dicha pieza antesedente y cortixo ai otra pieza de una fanega de inferior calidad y que produce al año 75 rv.
Por ocho mil seiscientos ochenta y seis olivos que produzen al año libres 13029 rv.
Ciento dos estacas que no produsen nada puestas de este año.
Dentro del mismo cortixo se incluie una casa de campo de material con paxar, tinaón, gañanía para bueyes que producen libres al año 800 rv.
Dentro del mismo cortixo se incluie un granero y dos bodegas que producen al año libres 300 rv.
Produce dicho cortixo por valor de su acotamiento en pastos y espiga 1100.
Produce dicho cortixo por valor el diezmo de que es libre y lo gosa el dicho monasterio 4020 rv.

DEHESA DEL MARMOL.
Posee dicho monasterio una deesa llamada del Marmol, imediata a dicho cortixo en que se comprehenden ciento onze fanegas de tierra de buena calidad que produce al año libres 4776 reales.
Dentro de dicha dehesa se incluie otra pieza de quatro fanegas de buena calidad que producen al año libres 86 reales.
Dentro de la propia deheza se incluie otra pieza de treinta y seis fanegas de tierra que producen al año libres 488 reales. Dentro de la antecedente pieza se incluien sin orden varios almendos que producen al año libres 200 rv.
Dentro de la misma dehesa se comprehende otra pieza de dies y nuebe fanegas de inferior calidad que producen al año libres 141 rv.

VIÑAS.
Dentro de la referida dehesa ai una serca en que se comprehende treinta y ocho mil sepas de viña y almendros y demás árboles 3880 rv.
Dentro de la propia dehesa se incluie otra pieza de 106 fanegas de tierra de inferior calidad que producen al año libres 890 rv.
Dentro de la pieza antesedente se incluie sin orden seicientos y trinta y nuebe alcornoques que producen al anno libres 200 rv.
Detro de la dicha dehesa se incluien sin orden diferentes pedazos de pinares de buena calidad que compondrán según juicio prudente seis fanegas que producen 670 rv.
Produce la dehesa de Marmol por razón de diezmos, de que es libre, 2399 rv y 28 marevedíes.

DEHESA DE SOTO.
Produce la referida deheza 1100 rv. Libres al año, incluso el diezmo.
Dentro de la deheza boyal de este lugar hai una suerte de tierra llamada de don Christóbal de treinta y quatro fanegas de mediana calidad que producen al año libres 450 rv.
Dentro de dicha dehesa del Soto ai una suerte de tierra de dies y seis fanegas de tierra de mediana calidad que producen al año libres de diezmo 320 rv.
Dentro de la dicha dehesa del Soto ai otra suerte de tierra de calidad de veinte fanegas que sale del barro, cheriza (resbaladiza) y va a dar a río Tinto, linde con el cortixo de Parchilena y tierra de la Santa Misericordia de este lugar que producen libres al anno por ser de buena calidad y libre, 10.000 rv.

TIERRAS ARRENDADAS.
Una suerte de tierra de diez y seis fanegas arrendadas a Manuel Borrero de esta vezindad que produce al año libres 360 rv.
Otra suerte llamada Juan Polo de ocho fanegas arrendada a Vicente Pulido que produce 162 rv.
Otra suerte de tierra llamada Juan Fernández en la dehesa Boyal de este lugar arrendada a Manuel Domínguez que produce 81 reales.
Otra suerte de tierra en dicha dehesa Boyal llamada de los Lagarejos, arrendada a Martín Rejón que produce 65 rv.
Otra suerte de tierra de cabida de doze fanegas al sitio del Berrasal, dehesa boyal de este lugar, que producen libres 243 rv.
Otra suerte de treinta fanegas llamada Avendaño en dehesa Boyal arrendada a Joseph Regidor y Vecente Garrochena que produce libres al año 384 rv.
Otra pieza llamada Corral de Abendaño, dehesa Boyal, arrendada a Manuel Garrochena que produce 36 rv.
Otra suerte de seis fanegas llamada las Asomadas, arrendada a Juan Molina y Juan Ruiz que produce al año libres 144 rv.
Otra pieza de nuebe fanegas llamada Juan Sánchez arrendada al presente escribano que produce libres 180 rv.
Otra pieza de tierras de dose fanegas que llaman la Frayla Chica en los valdíos, arrendada a Melchor Vivas en 125 rv.
Otro trozo de tierra llamada Frayla grande en el Valdío, arrendada a Vicente García que produce libre al año 225 rv.
Otra suerte de tierra llamada el Almendral de Marcos, arrendada de Manuel Ruiz de Pulido que produce libres 15 rv.
Otra pieza de tierra al coto de las Cabezadas, de seis fanegas en los valdíos de inferior calidad que produce 60 rv.”

La hacienda de Parchilena se extiende ya por 829 fanegas de tierra calma, unas 32 fanegas de viña y 80 de olivar disperso y unas 170 de olivar sembrado (los 8600 olivos que se citan)  que conocemos por otras fuentes. A ellos debemos sumarle las 196 fanegas de alcornocal y las 6 de pinar, más la mitad de la dehesa de “a medias” que no aparece como tal en la relación y la huerta.  En total 1317 fanegas y media declaradas, sin incluir las suertes, y otras 99 arrendadas que superan las 1100 fanegas de otros registros. Parchilena, es evidente, se ha ampliado y está diversificado su producción desde principios del siglo XVIII hacia el olivar.
El molino de aceite, lagar, las gañanías y las casas de campo son los mismos que se describen en las relaciones originales, a los que habría que sumar tres molinos mareales, alguno de cuyos restos hemos localizado ya, que el Tinto anegó y enterró en el siglo XVI. El molino de viento podría no encontrase en Parchilena puesto que tenemos referencias para el siglo XVIII de uno en una parcela que era del monasterio, tras la ermita de San Salvador, y que hoy ocupa la plaza de Parchilena. La zona, posteriormente vendida y no sabemos cómo en poder de la Misericordia, es denominada en las fuentes el Molino de Viento y su existencia aparece reflejada en el mismo Catastro del Marqués de la Ensenada. En la heredad no poseemos referencia escrita o física de su existencia, y en el exhaustivo  inventario de la exclaustración no aparece, lo que parece confirmar nuestra hipótesis.
El último de los testimonios es también inédito y procede de la revista Crédito Público (Madrid, 1 de marzo de 1823, número 344). Se trata del anuncio de venta de "las fincas procedentes del suprimido monasterio de la Luz, sito en término de la villa de Lucena del Puerto, cuyo remate se ha de celebrar en la de Trigueros". Respondemos, de esta manera y aquí, indirectamente y mediante las fechas de publicación, a una pregunta que se nos ha reiterado en numerosas ocasiones de cuándo se suprimió el monasterio,  puesto que su venta se inició durante el Trienio Liberal y el remate final tuvo lugar en 1837 debido al pleito por el que el Duque de Hijar reclamó la herencia de los Portocarrero. El cortijo, como era ya calificado, se remató en 7.013.960 reales de vellón y la casa, denominada ahora hacienda, en 49.500 reales.
Evidentemente no se subastó todo y los documentos poseen algunas contradicciones. El Anuncio de crédito público relaciona los siguientes bienes:

“Un cortijo de pan sembrar llamado Nuestra Señora de la Luz, de 549 fanegas y 6 almudes de tierra, de primera, 2ª y 3ª calidad con tinaón de bueyes, 2 pajares y un corralón....... 480.320 reales de vellón en venta.
Una huerta de regadío contigua al monasterio, de cinco fanegas de tierra con árboles frutales, noria, alberca y casa ruinosa......... 12.000 reales de vellón en venta.
Una suerte de tierra de 44 fanegas de 3ª calidad, que linda con tierras de Pedro Márquez, vecino de Moguer....... 16.016 reales de vellón en venta.
Otra suerte de 30 fanegas de tierra al Abendaño..... 14.300 reales de vellón en venta.
Dos fanegas y seis almudes de tierra conocidas como el Abendanillo inmediatas a la anterior....... 1000 reales de vellón en venta.
La mitad de la dehesa llamada de a medias por tener la otra mitad la villa de Lucena del Puerto, que se compone de arbolado de  alcornoques, algunas encinas y tierra de pasto..... 30.000 reales de vellón en venta.
Otra dehesa llamada de Parchilena, la cual se halla en estado deplorable...... 12.000 reales de vellón en venta.”

Los datos, como es evidente, no cuadran ni con calzador, aparecen la huerta, unas 600 fanegas de tierra calma y la dehesa de Parchilna, constituyendo probablemente el resto uno de los habituales excesos de cabida que se embolsaban los compradores  y no pagaban. Del deplorable estado de la heredad y la hacienda, tras la invasión francesa de 1810 y el abandono de los frailes en 1823, son muestras el estado de la dehesa y la  huerta, esta última lo mejor y más gradado de Parchilena.
Por el Boletín Oficial de la Provincia de Huelva recuperamos el resto de las fincas menores que se desgajaron de la principal y otros enseres. En 1836 se subastó, hasta mayo, la hierba de la dehesa y se arrendó una viña con 12.000 cepas, y otra de inferior calidad por un año. Ese mismo año, se arriendan 12.000 pies de olivos, la almarciga y el molino de aceite por dos años, y se rematan definitivamente los bueyes, mulos y burros que quedaban y 100 carneros. Todo ello era parte del cortijo que tras la sentencia debió ser entregado a Urzaiz.
Las pequeñas suertes de tierra exteriores se dividieron en lotes más pequeños y se subastaron en 1837, y por consiguiente, con posterioridad al pleito de Urzaiz. Los anuncios y suertes los extractamos en el cuadro siguiente:

Anuncios de subastas de pequeñas suertes de tierra pertenecientes al Monasterio de la Luz con el precio de salida equivalente a la renta anual
FECHA
Lotes/Descripción
(Fanegas y almudes)
Ubicación
Renta anual (RV)
Remate
15-09-1837
10 f
3 f
14 f y 3 a
2 f y 3 a
23 f
12 f
Vega Torre
Tinahón
Zorrera y almendral
Zorrera y almendral
Portería
Vega nº 28
405
45
210

350
500
24 septiembre
18-09-1837
Las 108 fanegas de la vega se dividen en 9 suertes de 12 fanegas con la numeración adjunta




14 a 15 f
4 f
20 f
22 f
32 f  y 5 a
Vega nº 1
Vega nº 2
Vega nº 3
Vega nº 5
Vega nº 6
Vega nº 7
Vega nº 9
Vega nº 10
Vega nº 11
Cerca nueva
Portería-pilar
Valdeliebre
Cuesta atajo
Huerta vieja
980
910
950
965
845
800
905
900
1000
1220
520
1000
860
1500
24 septiembre

En total fueron 265 fanegas y 11 almudes  que se corresponden con la parte de Soto y las arrendadas, la mayoría de ellas fuera de la zona de labor del monasterio.
Es obvio, y nos consta por algunos documentos que los frailes retornaron a la heredad entre 1812 y 1823, pero no nos consta actividad en la hacienda. Sabemos también que Parchilena registró combates en al menos dos ocasiones durante la Guerra de la Indepencia, y que los franceses volaron parte de la iglesia y su estructura, pero seguimos teniendo todavía muchas dudas del resto de la historia posterior y anterior. 



lunes, 20 de junio de 2016

El incidente del Corchito.

En las arenas, hacia la parte de la mar, todo son conflictos.  Son los baldíos, comunales de los vecinos de la villa de Niebla y, según las fuentes, término alcabalatorio y jurisdiccional de Lucena del Puerto, que comparte los aprovechamientos con vecinos de Rociana del Condado y Bonares. La falta de tierras en Moguer para “rozas”, y los mayores problemas sociales, habían motivado entradas de vecinos moguereños en los baldíos que tenían muy sensibilizados a los regidores locales de los tres municipios.
Grupo de agricultores sembrando.
A mediados del siglo XIX, son varias las denuncias y quejas que se reiteran en la documentación local. No obstente, nada se asemeja a los problemas del año 1846, cuyo resultado califican de “escandaloso destrozo”. El informe al Gobernador Civil de la Provincia del primer edil lucenero reseña que “se ha notado la falta de 332 árboles y 414 varillas de alcornoque, con 336 pinos cuyo destrozo es hecho en los años de 844 y el anterior de 839”.
Estos hechos, y las continuas tensiones, debieron pesar en la búsqueda de algún tipo de consenso, obteniendo el consentimiento de Jefe Superior Político de la provincia para otorgar “rozas” a moguereños en los sitios del Cerro de las Candelas y el Corchito. Señaladas sobre el terreno las parcelas en este último sitio por el concejal de Lucena del Puerto Diego García y el Guarda de Marina,

“Al llegar a sus inmediaciones vemos como un pelotón de gente armada que sirculavan por medio del término señalado para dicha (rosa) y efectivamente apresando los labradores que llevavan, y llegaron al sitio, y se encontraron con que los gobiernos de Rociana, con el auxilio de un considerable número de hombres armados con escopetas venían en (intención) de conducir presos a los vecinos de Moguer, y a cualquier otros que allí se encontraran, a cuyo efecto ya habían dado sus disposiciones y hasta tenían varios de los mismos herramientas con que trabajaban apresados con sus mismos dueños......”

Continúa el Concejal, que hace de testigo, que sólo la presencia de él y el Guarda, les detuvo. En el mismo acto, informó al Alcalde de Rociana que estaba en su término y le conminó a no intervenir, advirtiéndole que mal andaba trayendo gente armada para obligar. En esto, según el relato:

“uno solo de los muchachos de Moguer dijo, hablando entre ellos mismos, dijo pues yo no boy preso, cuya expresión oída por el alcalde de Rociana, le dijo V. es hecho aquí, y disiéndole que no le había hechado, le dijo el Alcalde de Rociana pues ahora va usted preso, y contestando el de Moguer que él no hiba preso, y al mismo tiempo diciéndole el regidor Diego García que porqué había de amarrar a aquel hombre, cuando no daba motivo, ni tenía autoridad para ello, consciente de no estar en el término de su jurisdicción, a lo que el dicho alcalde de Rociana dio una voz a los suyos diziendo armarse y amarrar, y al momento desplegáronse en vate(ría) y prepararon las escopetas, e hicieron armas contra el Regidor, Guarda de Marina y más de cuarenta hombres vecinos de Moguer que se hallaban al presente de los cañones de las escopetas con que los apuntaban, en ademán de hacer fuego, que a no ser por uno de las mismas escopetas que, conbenido de las desgracias que pudieran ocurrir, se puso de por medio, y con voces, y en el medio de su escopeta dezía a los otros levantaran las suyas...... y el guarda de marina que a voces le dezía sortaren (sic) esas escopetas, sujételas V. que vamos a tener una desgracia, con cuyas reflexiones y otras muchas que se le hicieron en un acto tan crítico, el Alcalde se aproximó a ellos y le mandó bajar las escopetas, quedando solo entre ellos cuestiones acaloradas, sin vencer el regidor con reflexiones que hizo al Alcalde, haciéndole (responsable) de todos los daños que allí pudieran ocasionarse; durante dichas reflexiones muchos de los tiradores de Rociana se marcharon sin mediación de nadie y los que quedaban, pidiéndole el alcalde se retiraran, marchándose después el alcalde con otros varios que le acompañaban....”.

Los hechos del Corchito ocurrieron el 3 de noviembre de 1846 y el alcalde de Lucena pidió al Gobernador Civil el más severo castigo a tamaña ocurrencia, “que tanto pudo comprometer la tranquilidad pública de este vecindario”.  Sin embrago, este incidente constituía el culmen de otros anteriores y posteriores, destinados a reclamar la posesión jurisdiccional de los baldíos.  El 18 de agosto de ese año se llevan preso al vecino de Lucena Vicente Ojuelos Garrocho, que hacía carbón en el sitio de los Huelos (¿vuelos?), y el mismo día que ocurre lo del Corchito, apresa a cinco trabajadores que estaban rozando el sitio del Corchuelo. 
Continúan dos años sin noticias, y tal vez estuviera formada una Comisión Conciliadora constituida por las autoridades provinciales con la participación del Perito Agrónomo de la provincia que no llegó a nada. En cualquier caso, de nuevo el 2 de agosto de 1848 la villa de Rociana detiene a Manuel Márquez y otros vecinos de Moguer por rozar el monte en el sitio de la Palomera:

“suponiendo que entre el término de Almonte, Moguer, Rociana, Bonares y este pueblo, existe una porción de terreno que se extiende hasta las arenas del mar, y que cuyo terreno, como propio de aquella villa, Bonares, Niebla y este pueblo, están destinados al pastazgo y abrigo de los ganados de dichos pueblos por ser comunero, tanto en pastos como en jurisdicción y que como ninguno de dichos pueblos era dueño exclusivo del citado terreno”.

Pese a todo, en el mismo escrito elevado al Jefe Político Provincial se manifiesta que, con su permiso, las rozas siguen sembrándose sin que nadie las interrumpa en aquellos sitios de su jurisdicción, “quieta y pacíficamente”, y se pide el deslinde de términos con Rociana. No obstante, el conflicto continúa. Una carta de respuesta Alcalde de Lucena al de Rociana del día 6 de agosto, confirma la persistencia del problema:

“veo con disgusto su oficio de fecha del día cuatro recibido aller con propia, que solo se obtiene en contenido su propósito, sino también el desprecio que se hace a mi autoridad, no solo por sus amenazas, si no es por violencia con que quieren entrarse en todo este terreno sin más razones que la de desir ser de esa jurisdicción..... Lucena está en su derecho para en Justa defensa oponerse a su determinación (pero sin otorgarse atribuciones que no sean propias de esta jurisdicción).” 

En otros escritos paralelos al anterior, se manifiesta que por tres veces se ha pedido a la villa de Rociana que señale lugar para roza sin resultado. En septiembre de este año se pedirá autorización al Jefe Político para empanar los terrenos del Verdinal y Gago, y en noviembre el concejal del ramo le informa de que  tiene “acopiadas 40 fanegas de piñón y sembradas 32, y las restantes va a sembrarse tan luego estos vecinos concluyan la sementeras” .
Los trabajos de la Comisión Conciliadora continuaron en 1850 con la propuesta de dividir los terrenos por la mitad, rechazada por Lucena, y el nombramiento de comisionados. No sabemos si estos hechos motivaron que se apresurara el deslinde de términos retomando según Pérez Hernández (1847) los acuerdos de la “primera época constitucional” que atribuyeron la jurisdicción, que no la propiedad, a Lucena del Puerto. Entre 1849 y 1854, según la documentación local, se iniciaron los deslindes y amojonamientos con las villas de Rociana y Moguer respectivamente, sin que este hecho interfiriera en el conflicto anterior. En la partición con ambas villas no se produjo reclamación alguna, situándose ambas lindes donde estaban las mojoneras viejas y actualmente se encuentran. Las mediciones serían finalmente retomadas a finales del siglo XIX, 1897, según nuestras fuentes para restablecer los mojones y levantar el mapa.
Entre ambas fechas extremas 1849-1857 son ya los guardas de campo de Lucena los que denuncian las entradas de los vecinos de Moguer en esa lejana parte de la mar. Pese a la pérdida de originales, en 1863, por ejemplo, denuncian que un tal Juan Acuña que dice ser guarda y vecino de Moguer, ha roto el camino de la mar desde el Charco de los Portugueses hasta el pico de las Cosechas comandando un grupo de vecinos. Las entradas continúan, el hambre también.

sábado, 18 de junio de 2016

Cautivo en poder de moros.

En febrero de 1645 Diego Ojuelos otorga una carta de obligación hacia el fraile  Mercedario Mateo de Treviño en la que explica que:
Redención de Cervantes por Fray Juan Gil
Grabado de H. Mude

“.... abrá siete u ocho años que cautivaron moros a Marcos Rodríguez, mi hermano, yjo de Juan Alonso, nuestro padre, viniendo de las Yndias para España, y oi está cautivo en Argel, tierra (de) infieles, y porque el dotor Andres de las Hayas y dos Luis Roc(...) del Castillo, como alministradores (sic) de la obra pía que fundó Juan Anriques (sic) por don Francisco de Inriquez de Galdamendados, vezinos de Moguer, le tienen mandado para ayuda a su resgate quatrosientos quarenta reales como contan de la dicha manda que le otorgaron en quatro dias del mes de noviembre de mil seissientos y treinta y nuebe años a quién me refiero = y asimismo en este lugar a pedido siento y sesenta reales que los an ofresido para darlos fin, como venga a tierra de cristianos que todo uno y otro hazen seissientos reales. Y porque el padre fray Mateos de Trebino (Trebiño), redentor de la Mersed de la siudad de Sevilla, trata del resgate del dicho Marcos Rodríguez con la limosna que su Magestad y la redensión da, con que yo me obligue a pagarle a buesa paternidad los dichos seissientos reales y venido que sea a tierra de cristianos el dicho Marcos Rodrígues mi ermano, e yo e tenidolo por vien, por tanto otorgo e conosco por esta carta de dar e pagar e entregar al dicho padre fray Mateo de Treviño y a quién su poder obiere, y luego que costen por recaudos bastantes que el dicho Marcos Rodríguez está en tierra de cristianos, puestos y pagados en la siudad de Sevilla a mi costa y con las de su cobransa en su poder, y si luego no se los pagare, pueda ser executado en virtud de esta escristura y de (ilegible) auténtico dél, como dicho Marcos Rodrígues está en tierra de cristianos y para ello mande a persona a la cobransa con doze reales de salario que me obligo de pagarle por cada un día de lo que enella se culpare por la venida, estada y buelta y esta paga ha de zer dentro de los dos mezes de como el dicho Marcos Rodrígues aya venido a tierra de fieles...”

En la misma escritura se constituye en su fiador Andrés Pérez y firman de testigos Juan Bermúdez, Pedro García y el presbítero Pedro Custodio, cura del lugar.
Diego Ojuelos y Marcos Rodríguez eran hijos del matrimonio formado por Juan Alonso Blanco y Juana Pérez, hija de Diego Ojuelos e Inés Gómez, y casados el 14 de Diciembre de 1598. El matrimonio tuvo siete hijos de los que sobrevivieron al menos cuatro, el propio Diego, María, casada con Alonso Martín, Inés casada con el escribano público Blas Hernández y Marcos Rodríguez que fue bautizado como Juan (24-01-1605) o Jerónimo (08-10-1612).
De ambos hermanos tenemos pocas referencias antes de 1645. Diego, casado con María Belmonte, recibe en dote de su mujer 2.730 reales que incluyen una pareja de bueyes, millar y medio de viña y la casa de su morada en la calle de San Sebastián. Entre 1633 y 1645 realiza tratos de carbón, poco cuantiosos ciertamente, y probablemente de alguna manera relacionados con su cuñado Blas Hernández, escribano público, que también realiza tratos propios.
Marcos, según la escritura anterior, debió marchar a indias antes de 1638, puesto que llevaba siete años cautivo y allí debió permanecer algunos años, motivo por el cual no poseemos referencias suyas. Tomando las fechas de nacimientos que poseemos en el momento del cautiverio contaba entre 26 y 33 años, por lo que debió realizar el viaje ultramarino relativamente joven.
Las operaciones de corso y toma de cautivos eran una práctica habitual en esta época. En Argel, centro de operaciones de los corsarios, con la llegada del buen tipo se armaban numerosas naves que realizaban expediciones por toda la costa andaluza y levantina con el único objeto de obtener cautivos: “Anochecen en Bebería y amanecen en las costas de España, y hacen de ordinario presa y se vuelven a dormir a sus casas” (Cervantes, Quijote). No era para nada común el ataque a la flota de Indias proveniente de América, que venía en convoyes y fuertemente armada, aunque se han documentado casos de naves averiadas y barcos extraviados. Los cautivos, una vez llegados a Argel se clasificaban según pudieran o no pagar el rescate, acordando un posible precio con los tratantes y recibiendo un trato diferente según su condición. Los que no podían pagar el rescate eran vendidos como esclavos o destinados a las obras públicas y las galeras, donde servían de remeros de sus captores. Uno de estos dos últimos destinos debió ser el de Marcos Rodríguez puesto que la suya era una familia de pequeños labradores sin mucho numerario económico.
Cada cierto tiempo, según las relaciones, la diplomacia y la política de guerra, el Rey ordenaba una embajada para realizar rescates con el inestimable auxilio de los frailes Trinitarios y Mercedarios, presentes en Argel y los principales puertos, y la intermediación de comerciantes judíos, que en la mayoría de las ocasiones eran realmente los que avalaban los rescates. La expedición de 1580, en la que fue rescatado Cervantes, calcula que eran más de 7.000 los cautivos en Argel  (Astrana Marín, 1948, Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra).
Una vez realizado el rescate y antes de acudir a sus respectivas patrias, los rescatados solían realizar una procesión de acción de gracias vestidos con el escapulario y el escudo de la Merced en el puerto o ciudad de destino en la península.
Nos queda por responder a una pregunta ¿fue realmente rescatado Marcos Rodríguez?. La respuesta es sí, lo fue, y no solo eso, se casó y vino a finalizar sus días en su patria chica para gozar de un cierto capital que, sin duda, ganó en la carrera de Indias. En efecto, el 29 de septiembre de 1651 se casó con la joven Tomasina Núñez, de 26 años de edad, con la que tuvo 7 hijos, aunque sólo uno de ellos le sobrevivió.

Ficha de familia de Marcos Rodríguez y Tomasina Núñez casados el 29 de Septiembre de 1651
Nombre
F. Nac.
Padres
Marcos Rodríguez
1605-1609
Martín Alonso Blanco
Juana Pérez
Tomasina Núñez
16-03-1625
Alonso Díaz
Leonor Díaz
Nombre
Fecha de Nacimiento
Fecha de Casamiento
Nombre del Conyugue
Juana
06-10-1652


María
21-08-1654


Inés
10-10-1655
18-11-1675
Alonso Hernández Pinzón
Juana
12-01-1658


Alonso
12-01-1658


Juan
27-10-1659


María Antonia
27-10-1662



El capital registrado en los exhaustivos registros de bienes incluye 6,5 fanegas de tierra calma y dos millares de viña que sabemos que no proceden del capital familiar, por lo que debieron ser adquiridas. Más importante es el ganado que registra 13 bueyes domados y 12 bacas, posiblemente de arada, dada su especialidad, además de 250 cabras, 4 asnos y 1 caballo. Una valoración del capital siguiendo las valoraciones de las dotes de este periodo alcanza la suma de casi 11.000 reales y no se incluye el capital inmobiliario en casas, bodegas y almacenes.
Su hija se casó en 1776 con un Hernández Pinzón, vecino de Moguer, y por tanto, hidalgo y descendiente de los descubridores. Sus padres estaban vivos en ese momento y su dote ascendió a unos 6.000 reales, una suma importante que incluía, tal vez como recuerdo de su aventura americana, una taza de plata de 3,5 pesos y unos sarcillos de oro con perlas, joyas muy poco corrientes en esta época. La ascendencia moguereña del novio tal vez hiciera al padre obviar las tierras, pero más de la mitad de la dote se otorga en ganado (52,83 %), un hecho que la hace relativamente singular, ya que el resto del ajuar se diferencia poco del común de las luceneras casamenteras de la época.
Marcos Rodríguez supero ampliamente los 65 años, una edad inusual para su época. Con toda seguridad, vivió más aventuras y recorrió más mundo que pudo imaginar el resto de sus paisanos, sobrevivió al viaje ultramarino, las enfermedades de Indias, las pestes y el cautiverio, y vino a finalizar sus días en el terruño que le vio nacer.


domingo, 12 de junio de 2016

La feria de la Luz.

Existen pocas dudas sobre la fundación del monasterio de Santa María de la Luz de Parhilena en lo que fue la casa de Diego de Oyón y María de Cárdenas, aspecto este que ha interesado, por la abundancia de documentación, a numerosos historiadores entre los que me incluyo. Por el contrario, nuestra patrona ha despertado  poco interés, tan poco que casi nadie recuerda que fue su devoción y culto el objeto de la fundación del único monasterio del algarve andaluz.
Aparición de la Virgen de la Luz
mediados del siglo XVII
Y es que hemos de recordar que el propio testamento de Diego de Oyón recoge expresamente que la fundación se llame Santa María de la Luz. Los frailes recogieron el testigo tempranamente puesto que tres años exactos después de la erección canónica del monasterio, sabemos por el cuadro de la aparición de la parroquia que:

“El día 25 de marzo de 1503 dos mancebos que dijeron llamarse Gabriel y Rafael entregaron a la comunidad la Ymagen de Nuestra Señora de la Luz y desaparecieron”.

El párroco Francisco Ramón Garrochena en el siglo XVIII recoge que “fue traída por misterio de ángeles y entregada a dicha comunidad, la que para memoria del caso la conserva en un escrito impreso y un cuadro pintado en la sacristía”.  La leyenda debió ser documentada de alguna manera al padre Ángel Ortega, quién la recoge narrada más extensamente por el primer prior Juan Bautista de Siruela:

“Por los años de 1503, siendo prior el padre Juan Bautista de Siruela, estaba el monasterio en fundación. Sucedió el verse con muchos temores y tribulaciones por ser opuesta al duque de Medina Sidonia, señor de la tierra, y a su ejemplo otros vasallos de la misma. El santo prelado pedía a Nuestro Señor Luz para obrar en todo su divina voluntad. Cuando mayor era su tribulación, una mañana de diciembre, antes de amanecer, llamaron presurosamente a la portería, y abriendo el mismo prelado sintiese como cegado por una luz… Era una imagen de la virgen que presentaban de regalo al monasterio, dos mancebos, para que allí fuera venerada con título de Nuestra Señora de la Luz. Llevada con toda devoción a la iglesia, no parecieron los dichos mancebos…. Con esta aparición se sosegaron los pueblos, y se admiraron todos de ver tal hermosura, y comenzaron a tenerle devoción; con lo cual y la ida a la corte de este prelado, cesó toda emulación”

Arteaga tomo la leyenda de Fray Felipe de Santiago, también profeso en la Rábida e historiador del mismo monasterio del siglo XVIII. Por él sabemos que el señor que aparece arrodillado al lado de los frailes Jerónimos es el curtidor Pedro de la Cruz, perseguido por la justicia y vecino de Villarrasa, el cual recibió una imagen idéntica para su pueblo, la Virgen de los Remedios, con el encargo de construir una ermita y un hospital. También recibió la noticia de la entrega de la Virgen de Parchilena. 
La comunidad jerónima estamos firmemente convencidos de que era consciente de los problemas de la fundación del monasterio en nuestra localidad e intentó, sin ninguna duda, vincular el sitio a una imagen ciertamente graciosa, de una virgen niña con el redentor en sus brazos, dulce y  amorosa. La imagen de pasta de papel seriada y de un muy posible origen granadino, atribuida a Huberto Alemán, no debemos de perder de vista que constituye el colofón de la victoria del pleito de Parchilena, cuya noticia se recibe, según Carta de fray Juan de Siruela;

“la bíspera de la Candelaria nos entregaron a Santa María de la Luz de Parchilena por sentençia del alto Consejo y firmada de los reyes, nuestros sennores, y diéronnos un juez para que nos hiziese pagar los muebles e frutos e rentas”.

La Candelaria es la fiesta de la Luz, y aunque la festividad finalmente elegida para nuestra patrona fue la de la Virgen de agosto, de lo que poseemos numerosas pruebas, es posible que esta no fuera la única fecha de celebración. En efecto, ahora poseemos la prueba definitiva de una feria en Parchilena en el primer cuarto del siglo XVII y el documento que la data se firma el 3 de Febrero de 1632, el día siguiente de la Candelaría:

“Sepan quantos esta carta vieren como el Licenciado (Bartolomé) López de la Calle, vezino que soi de la villa de Niebla, y arrendador mayor que soi de las rentas mayores que llaman de por masa, de este lugar de Lucena, donde al presente estoi, otorgo que arriendo y doi en arrendamiento a Francisco Díaz Lucena, vezino deste dicho lugar, es a saber, el rramo de la mersería pertenesiente a las dichas rrentas en el qual dicho rramo entra alcabala, pezos y medidas de todos los vezinos de fuera que binieren a bender a este lugar y a la feria de nuestra Señora de la Luz, paños, bestidos fechos, lienzos, jubones, sedas y botones y todo genero de mercería y espesería, cantaros y ollas, tosino y miel, estereros, gallineros y tenderos y buchaneros y todo lo demás que a este dicho ramo tocare sin que tenga que ver con el pescado y aseite, que estos son ramos de por sí. Y asimismo, pueda dar medidas y correjulas a todos los bezinos que forasteros que  bendieren bino y otras cosas en el término y limitazión de este lugar.....”

El precio de sesenta reales no hacía el contrato especialmente atractivo, aunque el ramo de la mercería era anual y se prologaba durante el resto del año. Las fechas no pueden ser una coincidencia y para nosotros es evidente que el trato probablemente se fraguó en la feria y que esta no era nueva, por el tratamiento que tiene en el propio documento.
En el otro orden de cosas no parece que esta feria sea la romería que documenta la memoria oral por la propia tradición de bendición de los campos y cosechas que se realizaba en agosto, al igual que los toros y alguna de las venidas de la virgen a la localidad que se documentan en la misma fecha.

A rastrojo hecho.

El vecindario del Marqués de la Ensenada registra una población jornalera en Andalucía del 73,4 por ciento del total. Ese mismo recuento en Lucena del Puerto ofrece un porcentaje del 83,3 por ciento. Los recuentos de 1752, del Catastro de Ensenada, y el de 1776, del municipio, ofrecen porcientos del 65,92 y del 67,26 respectivamente. Pequeñas hazas de olivar y viña, huertos, y algún ganado, constituyen la mayor parte de las haciendas de los braceros, con preferencia siempre hacia la viña, que rentabilizaban encerrando el mosto, y el ganado menor de cerda, cabra y las colmenas, además de los jamelgos de carga. El resto de la población rural, la realmente residente en las aldeas, tampoco es que vivieran en la opulencia, pero la posesión de ganado mayor y pequeñas explotaciones por encima del umbral de la subsistencia, les ofrecía otras posibilidades. La mayor parte de ellos poseen Bueyes y vacas de arada, y se diferencian porque registran tierra calma y viña que les permitía algún capital.
Las condiciones de miseria y hambre en que vivían no constituyen un hecho excepcional, eran las habituales y se agravaban por los temporales, sequías y catástrofes recurrentes que, golpeando siempre a la población más débil, concluían en hambrunas y epidemias generalizadas. La capacidad de consumo y ahorro eran prácticamente nulas, con unos  salarios que obligaban a que toda la familia colaborase en el sustento, y se consumían en la alimentación. Se ha estimado que en la segunda mitad del siglo XVIII el coste de los 2,5 kilos de pan necesarios para el sustento de una familia requería 3,25 reales diarios, mientras el jornal oscilaba entre 3,35 y 4 reales día.
Imagen tradicional de la siega
Pese a todo, en el pequeño universo local existían pequeñas situaciones de alivio. Por un lado, las enormes superficies concejiles de los baldíos propios y vecinos, permitían los pegujales de  “rozas” que, una vez sembradas y realizados los resalvos o valdices (cercas de vegetación y espinos), podían ser compaginadas con el jornal. También en los baldíos era posible hacer hornos de carbón, transportarlo hasta el embarcadero y venderlo. O sacar cepa para el mismo fin, ya fuera para uno mismo o a jornal, actividades que requerían mucha mano de obra e inversión, y que se pagaban a 3 reales de jornal diario y comida. Por el otro lado, las grandes superficies de tierra en manos de obras pías y eclesiásticas y algunos grandes hacendados forasteros, origen del problema de los jornaleros, permitían el acceso a algunos braceros a las parcelas que por ser demasiado pequeñas o encontrarse muy alejadas, no interesaban a los grandes. Tenemos constancia también de trabajos de esquilmo de viñas y descepos de parcelas de monte y olivar para jornaleros a cambio del producto o partes del mismo. La arriería y el transporte, por la proximidad del río y puerto estaban más extendidas entre los jornaleros de lo que recogen las fuentes e informaciones directas, pero quedaban muy desdibujadas por un cierto carácter estacional y subsidiario de otras utilidades que son las declaradas.
La existencia de algunas grandes fincas en nuestra localidad (La Ruiza, Parchilena,  Millares y algunos arrendamientos de obras pías) nos ha permitido rastrear algunos contratos de destajos de siega, que nos aproximan a las condiciones de trabajo de los braceros locales. Obviamente, la mayoría no requerían de la escritura y se celebraban verbalmente, y estos constituyen una modalidad y una parte mínima del total, pero no por ello dejan de ser representativos puesto que recogen las condiciones legales de la época y la tradición, como manifiestan expresamente en algunas de sus partes. Constituyen, pues, pese a su sistemática reiteración en lo esencial, una fuente de primera magnitud dotada de cierta flexibilidad y capacidad de adaptación a lo largo del tiempo y las situaciones históricas.
Los destajos comienzan fijando el número de hombres intervinientes, el precio y la modalidad de contrato,  habitualmente “a rastroxo hecho”,  siempre a satisfacción de dos personas que entiendan. En 1649 el monasterio de la Luz contrató con siete vecinos de una cuadrilla de Moguer por 2050 reales en tres pagos. En 1633 lo hizo con cinco vecinos de Lucena por 2117 con las mismas condiciones; pero también se hacía a jornal diario, 8 reales de vellón en 1667, o 9 reales menos cuartillo y 9 reales y medio la fanega de trigo  en 1656 y 1657, respectivamente. La otra parte del jornal, la que se cobra en espacie sólo se nombra completa en algunos contratos porque se encontraba muy asentada por la costumbre, variando las cantidades según los participantes. Los pagos del monasterio incluían en 1629.

  • Tres libras de pan por día a cada hombre (1.380 gramos).
  • Medio queso y una arroba de vino día para todos los trabajadores.
  • Dos cuartillos y medio de aceite por semana (7,85 kilos).
  • 7 cabezas de ajos cada día, una por trabajador.
  • Carne dos días a la semana
  • Pescado lo ordinario.


El destajo de 1633, para más participantes, pide 18 quesos y 18 ovejas para todo el contrato, y arroba y media de vino diaria, una media de 5 litros participante; “y  la arroba a de ser buen vino y la media no tan bueno”. En el pescado, sin embargo, para los “viernes e vegilias” no se muestran tan exigentes, “lo ordinario de lo que ubiere”, o darles de comer o pagarles cuatro reales para comprar comida.
El propietario de la sementera ha de poner el resto, carretas, bueyes, yeguas para la trilla, utillaje, y el zagal,  el muchacho que guarda el ganado, “a nuestro contento y el conbento lo ha de pagar lo que ganare el dicho agosto”.
El horario es también específico. En uno de los contratos de trilla, aviento y almacenamiento de los granos, se deja claro el mejor momento de la era:

“e sacar con la ora de sol, las tres de la tarde hasta las nueve de la mañana, y abemos de recorrer los rastroxos de día.”

Para la siega, en 1667, por el contrario:

“desde la ora que se estila y acostumbra por la mañana, hasta las onse del día, y luego sestear y descansar quatro horas (hasta las tres) y después segar hasta la campana de la oración.

Los contratos con los vecinos de la localidad son similares, pero más parcos en información. En 1629 además del contrato del Monasterio poseemos tres contratos de vecinos, cada uno con sus peculiaridades. Sebastián Rodríguez Blanco contrata en la vega de Candón y la dehesa de la Ruiza la siega de 45 fanegas de trigo macho y 20 de cebada, puestas en gavillas:

“cada fanega de trigo que le segaremos nos a de dar y pagar un ducado y cada tres fanegas de sevada se an de entender dos de trigo, y al mismo respeto nos la a de pagar, de forma que nos a de dar sesenta ducados por quanto son todas sesenta fanegas de trigo contando tres fanegas de sebada por dos de trigo”

El propietario penaliza las faltas y puede sustituir los días perdidos por los peones, pero  Martín Álvarez y su Suegro, también para la Ruiza, contratan a cuatro trabajadores para que sieguen 80 fanegas sin levantar mano, permitiendo las faltas para “segar nuestros pegujales que para esto abemos de faltar los días que fuere menester” al mismo precio que el anterior. Diego Alonso Coronel, familiar del Santo Oficio, acuerda con otros cuatro vecinos para toda su sementera en el término de Niebla a rastrojo hecho, pagando a cuatro reales la fanega de cebada y a seis la de trigo, “e baja la mano de forma que de tres partes de paja llevaremos las dos a la gabilla y engabillaremos bien”.
La acumulación de trabajo en la siega y las características de la siega y la trilla pudieron influir en una cierta mejora de las condiciones de contratación y la paga, que insistimos, parecen muy asentadas por la costumbre. El resto de las faenas agrícolas debían tener sus propias reglas, pero no creemos que difirieran mucho: jornadas agotadoras de sol a sol, paga en metálico y en especie, y adaptación a la tarea. El vaquero del consejo, del que poseemos también varios contratos, cobraba en trigo y en salario, mientras que los peones de sacar la cepa para el carbón cobraban “tres reales cada uno de jornal i vino e viandas”. No era necesario más, se sabía y se entendía.
El universo jornalero local se extendió más allá de nuestras fronteras. Por el miedo al contagio, tenemos constancia de cuadrillas que acudían a la campiña de Jerez a la siega en los siglos XVI y XVII. En el siglo XVIII acudían a la campiña de Huelva, a Candón y a Beas, pero también a la vendimia en el Condado y Sanlúcar de Barrameda.
Durante todo este tiempo, ni mejoran, ni cambian las condiciones de vida. El bracero reproduce la misma vida rutinaria en el jornal, las rozas y los baldíos.


martes, 7 de junio de 2016

El meseguero de las rozas.

Las lejanas rozas constituyen en el entorno de Doñana, y en Lucena del Puerto, una de las manifestaciones más genuinas del derecho de gentes que el público en general desconoce y también el autóctono. Los archivos locales están plagados de documentación pero esta es muy parca en informaciones y poco útil porque se encontraba ampliamente asentada por la tradición de los pueblos y  las actas se limitan a reseñar lo que todos conocen y comparten. La tradición oral, pese a las numerosísimas imprecisiones y su corto recorrido temporal, ha constituido para nosotros un recurso inestimable que nos ha puesto sobre la pista de numerosas informaciones. Una de ellas, es la tradición del meseguero.
Chozas de Doñana, vivienda
estacional de guardas y  rozadores
Las rozas se realizaban en montes comunales en lugares muy alejados de los ruedos tradicionales, en lo que nuestras fuentes denominan “las arenas” o la “parte de la mar”, desde el carril de los Lobos hasta el océano. Los baldíos de esta parte, que eran de Niebla, y por ende de sus aldeas, y término jurisdiccional de Lucena, eran compartidos sin embargo entre los vecinos de Rociana, Bonares y Lucena del Puerto por derecho propio, y, ocasionalmente, moguereños y almonteños que ocupaban parcelas o lotes sobrantes cuando los repartos en sus tierras no alcanzaban. Tampoco quedaban muy claros los límites municipales, y la mezcla de gentes diversas y alimañas, hacían aconsejable guardar unas mieses que, una vez sembradas con la gotera del otoño (septiembre-octubre), quedaban abandonadas hasta la escalda de marzo. El guardián era denominado según la tradición oral, guarda de rozas, guarda venadero o meseguero, esta última denominación confundida con el guarda de las heredades, que obviamente no es el mismo, puesto que este último es un oficial del cabildo remunerado por el Consejo. El contrato que presentamos a continuación, único hasta la fecha, constituye la mejor prueba y la más antigua de su presencia y explica, sobradamente, el carácter del mismo.
El 13 de Noviembre de 1630 Bartolomé Hernández, portugués residente en Lucena, contrata con Francisco Hernández, viudo, Alonso Gil el Mozo, Juan de Lepe, Juan Rodríguez Garrocho, Esteban Martín Ambrosio, Juan Benítez Garrido, Alonso Díaz, Juan Martín Guerrero, Martín Alonso Vivas, Diego Ojuelos, y Pedro Molín:

“...Guardar todas las rrosas e sementeras que al presente tienen sembrados los bezinos de este lugar de Luçena en el sitio del Carbonero, dehesa de este lugar.... las quales dichas rrozas me obligo a guardar desde oi hasta primero de mayo del año que biene de mil y seisisentos y treinta y uno, por razón de que los susodichos me an de dar e pagar, por este dicho tiempo, dozientos y sesenta y sinco reales por mi trabajo.  Y tengo que guardar las dichas rrozas en tal manera que tengo de mirar por ellas, de forma que los ganados no hagan daños en ellas, y si lo hizieren tengo de dar quenta a mis amos del ganado que hiziere el dicho daño, y si no lo tengo de pagar yo, lo que declararen las vistas que ai de daño. Y se me a de obligar Alonso Díaz, vezino de este lugar....”

Durante el tiempo de guarda, que son seis meses, le han de procurar adelantar dinero para su sustento, cobrando el citado Alonso Díaz a cada uno de los propietarios la parte del “menseguero”, como aparece expresamente citado en dos ocasiones en el contrato. El salario en este periodo para los que arrancaban cepa en los montes de sol a sol son tres reales diarios y comida, pan, vino y “viandas”, mientras los salarios de siega en los contratos que poseemos, también a tanto alzado,  incluyen además de lo dicho aceite, carne de cabrito o cordero, ajos, queso y la ayuda de un mozo que se ocupe de las bestias. El salario es relativamente moderado aunque la labor de guarda tal vez pudiera ser compaginada con el trabajo agrario en el propio monte o en esas huertas que comenzaban a surgir en esta zona cerca de los arroyos y que ya adquirían  esos precios desorbitados para la época.